lunes, 31 de enero de 2011

COMO SI NADA IMPORTASE

Muchas veces, cuando voy caminando por la calle, me fijo mucho en los viejos. Les llamaría <<ancianos>> o, peor aún, personas mayores, pero todos esos eufemismos me parecen demagogia barata.

Me encantan los viejos por una serie de motivos, pero el fundamental yo creo que está muy claro: hacen lo que les sale de los cojones, incluso si son mujeres. La verdad es que las viejas no me caen tan bien, pero se puede decir que, en ese aspecto, cumplen a rajatabla con el cometido vital de los últimos años de existencia.
Tampoco hablaré mucho de este tema, todos sabemos que los viejos son la ley. Esa mirada de ‘’chaval yo ya lo he visto todo’’ y la camaradería general con la que se mueven por la vida es algo que todos podemos apreciar y valorar.

Pero lo que más me gusta, lo que de verdad me gusta, son esos viejos que pasean por la calle, agarrados de su amigo de toda la vida, como si de una pareja se tratase. Como si nada importase, como si la gente del barrio no le diera a la sinhueso… Me niego a creer que esos viejos sean gays –porque no lo son- pero me preguntó si es una forma de exaltar la amistad, de darse apoyo por dificultades a la hora de andar o porque cuando eres viejo te gustan tanto las mujeres como los hombres. También puede que sea por una mezcla de todo lo anterior, pero me da igual, a mi me encantan esos viejos.  

jueves, 27 de enero de 2011

tú y los rolling

Me gustaría empezar a beber contigo a media tarde, con ''It's all over now'' de los Rolling de fondo. Te sacaría a bailar donde hiciese falta. No creo que después fuera necesario un poco del viejo <<mete-saca>>, con esto a mi  me basta.

Finde movidito, hoy cameo en el nuevo corto de los amiguetes de 6veins, mañana visita a The Brandery y el sábado a dar mi apoyo al Real Club Celta de Vigo al Miniestadi.

lunes, 17 de enero de 2011

POBRE DIABLO

Pobre Diablo siempre optó por el lado salvaje de las cosas. No se conformaba con una vida convencional; el combo empleo fijo, mujer-hijos-perro, chalet adosado en las afueras y dos automóviles no terminaba de convencerle, así que decidió montárselo por su cuenta.

Pasó sus veintitantos entre los lechos de bellas jovencitas, rayas de cocaína en lavabos de garitos y literatura de la generación perdida… Desayunaba con ellas de resaca y nunca se acordaba de sus nombres. Todo el en él era salvaje, jamás pisaba clase y dilapidaba hasta el último céntimo de sus pudientes padres en fiestas, drogas y mujeres. Los libros que quería los robaba, las chicas que quería… las tomaba.

Pero los tiempos iban cambiando, y la gente con ellos. Poco a poco empezó a sentirse sólo… Se hacía mayor, y notaba cómo las mujeres le prestaban cada vez menos atención.
Todo el mundo había dado un paso adelante. Él no. Las universitarias liberales a las que engatusaba eran cada vez más jóvenes, y muchas ya no se atrevían con aquel viejo carcamal… Lo pagó caro, muy caro…
Las tías a las que se tiraba eran ahora las mujeres de importantes hombres de negocios que iban a clubes de golf. Estos tipos se las follaban en sus yates y luego las llevaban a cenar a sitios muy caros donde todo el mundo les llamaba por su nombre.
Mientras, Pobre Diablo seguía en aquel piso de estudiantes en el que ya sólo vivía él. Se las imaginaba allí, al sol de alguna cala perdida de Mallorca, penetradas malamente por algún tipo fofo que había decidido estudiar y buscar algo de fortuna en la vida…

¿A quién pretendía engañar? Su vida era una mierda… Eran las doce de la mañana de un miércoles y estaba borracho como una cuba en el salón. Si joder, suena bien ¿verdad? Pero eso está bien –mejor dicho, rematadamente bien- si uno puede compartirlo. Si se encuentra con tres amigotes o, si me apuran, con una fulana con el pelo revuelto y ganas de clavar. Compartir el estado de embriaguez, emborracharse para los amigos… Pobre Diablo empezó a comprender el verdadero propósito de la vida…

sábado, 15 de enero de 2011

Una vez vino al colegio una señora a darnos una charla. Creo recordar que era escritora o algo por el estilo…
El caso es que empezó a presumir de su gran expediente académico en no-se-qué carrera universitaria de medio pelo en una universidad de poca monta.
No puedo recordar de qué había venido a hablarnos exactamente, pero si me acuerdo de cómo nos explicó que, durante su etapa académica, jamás había suspendido un examen. Por aquel entonces yo tampoco lo había hecho –debía de tener unos doce o trece años- pero, ¡demonios!, aquello me hizo desconfiar de ella, igual que me pasaría años después con los abstemios.

La charla en sí fue aburrida y, siendo franco, apenas puedo recordar tres o cuatro tonterías de la misma. Sin embargo, cuando la ponencia tocaba su fin, aquella señora decidió adoptar un tono más distendido. Optó por contarnos algunas anécdotas de su laboriosa carrera, y entre ellas hubo una que a mi me llamó especialmente la atención. Como nunca en su vida había suspendido un examen, decidió, una vez se hubo licenciado, presentarse a un examen de no-se-qué mierda de asignatura sin estudiar absolutamente nada y darse el gustazo de suspender. Nos relató con todo lujo de detalles cómo se inventó teorías, autores, demostraciones… Todo en un tono de sonrisa jocosa, como intentando impresionarnos diciendo: ‘’hey hey miradme en el fondo soy igual de pillo que vosotros’’.
Aquello me hizo reflexionar. Desde pequeño siempre he sido una persona bastante reflexiva, de las que piensan mucho las cosas después en lugar de antes. Me di cuenta de que yo tampoco había suspendido nunca pero, sin embargo, mi clase estaba llena de niños que suspendían montones de asignaturas aunque tuvieran trece años. En mi clase había personas que habían repetido, y yo las respetaba, no las odiaba por ello. Pensé que aquella anécdota quizá pudiese habido ofenderles, así que miré a algunos de ellos. Todos aplaudían y reían como hienas, aclamando a aquella mediocre mujer que quiso chulearse delante de unos pre-púberes de colegio subvencionado. Sus aplausos y carcajadas no hacían más que alimentar el fuego de aquella hoguera de soberbia y prepotencia. No tenía en nada en contra de aquella señora pero, ¿qué formas eran aquellas? ¿Acaso no pensó en aquellos niños? Yo debía de tener unos trece años, pero sabía que aquello no era justo.
Ahora esos niños y niñas que se reían estudian carreras, ocupan puestos de trabajo, otros están parados y seguro que ninguno se ha parado a pensar en lo que dijo aquella señora esa tarde.
Para ella debió de ser un triunfo, se debió de ir a casa recreándose en su magnífica ponencia en aquel colegio, un gran reconocimiento después de toda una vida de esfuerzo y dedicación al estudio y a lo que Dios quiera que se dedicase aquella señora. 

lunes, 10 de enero de 2011

EQUIPAJE DE MANO

Era un aeropuerto pequeño. El bar consistía en tres máquinas de vending y un par de mesas altas con taburetes alrededor. Desde las puertas de embarque del piso de arriba se podía ver las colas serpentear hasta los mostradores de facturación.
Bilbao, Barcelona, Madrid… Todas esas personas se dirigían a algún lugar. Yo, como de costumbre, había llegado con mucha antelación al aeropuerto y me encontraba junto a la puerta de embarque esperando a que mi vuelo saliese.
Para matar un poco el tiempo, me puse a leer por encima un libro que acababan de prestarme. Se trataba de Brooklyn Follies, de Auster, pero, siendo franco, no le estaba prestando especial atención.
Mi vista empezó a desviarse hacia el resto de personas que me rodeaban, volando como una mosca sobre una enorme multitud que esperaba a ser enlatada en un objeto volador que les llevaría a Dios-sabe-dónde. Mi mente ya empezaba a divagar, inventándose historias con los desconocidos como protagonistas, hasta que de pronto entró en mi campo de visión. Se encontraba mirando los paneles de información con aire de resignación –posiblemente su vuelo se había retrasado, igual que el mío- y su único equipaje lo formaban una pequeña maleta y su enorme bolso. Aquello, lejos de resultar contradictorio, daba un poco una idea de la clase de mujer que era…
Tendría unos 22 años y toda la pinta de ser la típica chica que siempre era la última en la cola de facturación. Como si el avión fuese poco para ella, como si el piloto, las azafatas y el resto de la tripulación tuvieran suerte de verse obsequiados con su presencia allí. Decidí observarla un poco más y, ¡bingo! mis pronósticos se cumplieron. Efectivamente, fue la última en facturar.
Desde mi posición pude observar como, poco después, corría hacia los detectores de metales y armaba un buen lío con todas las joyas que colgaban de su cuello y extremidades. La perdí de vista durante unos segundos –dichosos ángulos muertos- y, poco después, la pude ver dirigiéndose a mi puerta de embarque. Aquello no hizo más que excitarme, al fin y al cabo volábamos a la misma ciudad y, si la probabilidad se mostraba amable conmigo –aunque nunca solía hacerlo- puede que hasta nos tocara sentarnos juntos.
Me imaginé la conversación… Empezaríamos con alguna tontería para romper el hielo, después pasaríamos a los formalismos y, ya por último, intimaríamos algo más. Ella también se habría trasladado a la misma ciudad que yo por motivos de trabajo. Viviría allí pero viajaría bastante, ya que se trataría de su primer empleo y estarían dándole bastante caña… Nos cambiaríamos los números, quedaríamos en llamarnos para tomar algo y todas esas cosas tan propias del ritual del cortejo para, finalmente, acabar viviendo felices tiempo después. Siempre podríamos contar a nuestros hijos la bonita historia del flechazo con el pasajero del asiento de al lado del avión…

¡Maldita sea! Otra vez me había puesto a divagar y, para cuando quise darme cuenta, ya estaba esperando para recoger mi maleta en la cinta. Intenté buscarla pero, como dije con anterioridad, sólo llevaba equipaje de mano…

martes, 4 de enero de 2011

EXPECTATIVAS

Todo el mundo espera que en éstas fechas tan señaladas salga todo según lo planeado; brindar mucho, beber más, comer mucho y bien, reuniones familiares, entrañables reencuentros, salir mucho, pasar mucho tiempo con los seres queridos, descansar, aprovechar el tiempo… Así que ahí te ves otra vez en Enero, con tres kilos más, después de haberte peleado con media familia, de darte cuenta de que no te quedan tantos buenos amigos como pensabas, de no haber cumplido ni uno de los planes que tenías para esas fechas, de hacer el imbécil con ex novias y te das cuenta de que todo ha estado muy por debajo de tus expectativas.
Sin embargo, al fin y al cabo, puede que ese sea el verdadero espíritu de la Navidad.

INTO IT. OVER IT. - A Song About Your Party

lunes, 3 de enero de 2011

CUANDO ERA NUESTRO

Todas las obras han acabado, y a mi no me gusta cómo han quedado las calles. Están como todo el mundo esperaba que quedasen, con aceras limpias y brillantes, llenas de farolas que las bañan de luz…
Y ahora echo de menos el aspecto cochambroso que tenían las calles cuando todo estaba patas arriba –lleno de andamios y de obreros borrachos-, cuando todo era nuestro. Todos estábamos deseando que acabasen las obras, se comentaba en los bares, en las oficinas y hasta en los autobuses, pero ahora estas calles no son las mismas. Ya no son las nuestras.