lunes, 5 de septiembre de 2011

3 VECES AL DÍA



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No le gustaba su trabajo. Se tiraba ocho horas al día en aquella oficina, sintiéndose productivo solamente a ratos. Al menos tenía jornada continua, hecho que le permitía tener algo de tiempo para sí mismo durante las tardes. 
Se había pasado cinco años sin pena ni gloria en una prestigiosa facultad privada. Hablaba idiomas y se podía decir que había viajado bastante (aunque no tanto como sus pretenciosos compañeros de cátedra, que sentían que si no se gastaban mil euros en el billete no era viajar). No le costó demasiado encontrar un primer empleo aceptablemente remunerado. Miraba a su alrededor en la oficina. Poco tenía que ver con aquella gente. No se interesaba demasiado por ellos en sus pausas del café, tan sólo hablaba de fútbol con algún becario o ponía excusas baratas cuando era invitado a la cena mensual del departamento. 
Lo hacía tres veces al día; una al despertarse, otra al volver de la oficina y la última antes de acostarse. Alguno podría decir que son muchas veces, pero a él no se lo parecía. Algo tenía que hacer para seguir adelante. 
Conocía a mucha gente en la ciudad, pero ya se había hartado. Con sus tres veces al día le bastaba. Esos cinco minutos le hacían olvidarse de todo y volver a sentirse en la cima, donde un buen día estuvo. 
Muchas veces pensaba en dejarlo, pero los dos mil euros al mes que cobraba no estaban nada mal. Podía permitirse un pequeño apartamento para él sólo, decorado a su gusto minimalista y con una asistenta que venía dos días a la semana a limpiar y plancharle la ropa del trabajo. El fin de semana podía emborracharse en los bares y comer un par de porciones de pizza a las seis de la mañana. Solía quedar con sus amigos para ‘‘buscar chicas que llevarse a casa’’, pero se pasaba la mitad del tiempo pensando en sus tres veces al día y creía que no le hacía falta más. Se podría decir que incluso lo prefería. Toda esa palabrería, invitar a copas y prometer cenas o lo que fuese ya le cansaba. 
Hacía cinco meses que no la veía y se sentía mejor. ``Otras vendrán´´-le decían sus amigos- pero a él le daba igual. Estaba bien así; él y sus tres veces al día, sus tres veces al día y él. Su dinero en el banco a fin de mes. Su reticencia a los grandes planes y sus viajes low cost de fin de semana para visitar a amigos borrachuzos y solitarios. 
Alguno podría decir que tres veces al día son muchas veces, pero a él no se lo parecía. Era lo que le permitía seguir adelante.

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