Había un montón de gente en la estación, todos ellos cargando con sus bolsas, sus carpetas y sus vidas como si aquello fuese algo muy importante. Parecía el fin de los días: un montón de nervios por no llegar tarde, un montón de ganas de ver a alguien o un montón de ganas de coger el tren… de vuelta.
Al final del trayecto un montón de jefes cabrones esperaban con los brazos cruzados delante de su mesa. Un montón de cafés estaban sin servir y un montón de informes debían rellenarse y cumplimentarse debidamente…
Había un montón de gente en la estación aquella mañana. Puede que algunos tuviesen ilusiones y todo. ¿Pensaba en algo toda esa gente? Verdaderamente parecían controlar la situación, como si supiesen de qué iban las cosas. Yo miraba sorprendido a mi alrededor, intentando encontrar el sentido de todo aquello que parecía el acabose… No pude entender nada pero, al fin y al cabo, no eran más que un montón de gente en la estación.
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