Pongamos que un buen día
asistes a una de esas charlas que dan hombres de éxito. Hombres hechos a sí
mismos, hombres de origen humilde que consiguen hacerse un hueco en la cumbre a
base de codazos, trabajo duro y, como les gusta reconocer para parecer personas
de a pie, un poco de suerte.
Pues bien acabas de salir de
una de esas charlas en una facultad. Tu vida es una mierda en líneas generales;
estás atrapado en un trabajo que no te lleva a nada, hace meses que no te
llevas a ninguna mujer a la cama, tu ex novia sale con un joven heredero de un
imperio empresarial y has oído a ese triunfador contar cómo se hizo rico.
A esos tipos suele gustarles
mucho tirarse el rollo; te cuentan que tenían unos cincuenta euros ahorrados y
que con eso participaron en una rifa que les llevó a obtener una moto con la
cual podían desplazarse para trabajar –aún teniendo que levantarse a tempranas
horas- y luego esa moto resultó ser una reliquia por la cual se pegaban de
hostias cientos de coleccionistas a nivel mundial y entonces el tipo decidió venderla
y montar un pequeño negocio que finalmente fue adquirido por una macro
corporación internacional que le llevó a… Todo ese rollo de ‘’cadena de
favores’’, ‘’trueque’’, o como demonios quieran llamarlo… Joder, de verdad que
me pone enfermo…
Bueno entonces ahí estás tú,
con unos cincuenta euros ahorrados a base de repartir pizzas y te piras a una
rifa de la feria de tu barrio, a ver si te toca la dichosa moto que te lleve a
lo más alto del mundo empresarial, y entonces, cuando rascas tu puto cupón, sólo
puedes leer: ‘’boleto no premiado, buena suerte la próxima vez’’.
Entonces ahí estás tú, con la
uña gris de haber rascado ese puto boleto no premiado de mierda, cagándote una
y otra vez en la madre de aquel emprendedor de orígenes humildes y en su puta falsa
modestia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario