A veces me sorprendo metiendo mi vida en cajas. No es que sea lo habitual, pero me ha tocado unas dos o tres veces en los últimos cuatro años... Resulta un poco frío decirlo asi, ¿no? Como si los recuerdos e ilusiones pudiesen empaquetarse o algo por el estilo... La primera vez fue con diecisiete años, pirándome de casa con abrazos y lágrimas. Me monté en el avión y me olvidé de todo... Para volver a empezar, aunque de otra manera.
Así que aquí estoy, metiendo mis singles de los Smiths en cajas de zapatillas Puma, en compañía de mis compactos Anagrama, mis libros de cuentos de Salinger y mi colección de tarjetas de restaurantes. Me fijo en la ropa que empaqueto y me veo a mí en otro tiempo. Me fijo en las cosas sin ningún valor material que quiero conservar y me veo en el futuro, en otro piso, en otra ciudad, guardándolas otra vez... Puede que para volver a largarme, para seguir huyendo o para sentar cabeza con alguien que me haga ver las cosas desde otra perspectiva, aunque me guste la actual. Me veo el lunes 27 en una oficina haciendo algo, intentando caer simpático y pensando en mis historias y en mis libros. En escribir sin pretensiones. Que venga lo que tenga que venir pero que no me falten ni papel ni boli ni ideas. Parece que fue ayer cuando me lancé a ésta aventura y parece que fui ayer cuando lo dejé por primera vez.
Como dice mi buen amigo Luis Garay: ''el tren pasa otra vez, pero no lleva al mismo destino''. Que nunca nos falten las palabras ni el amor.
Creo que alguna vez tenía que ponerme melancólico en este humilde blog.
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